domingo, 21 de julio de 2013

Los 20 errores más comunes entre traductores principiantes (parte 1 de 2)

Todos hemos sido novatos en algo alguna vez y hemos cometido infinidad de errores; por desgracia, los traductores no somos una excepción. ¿O es que hay algún colega que no haya aprendido a base de equivocarse una y otra vez? Ya sea en temas de marketing, fiscalidad o gestión del trabajo, hemos construido los cimientos de nuestra carrera sobre los errores. Estos son los 20 más comunes. Si quieres aprender a evitarlos, sigue leyendo.

1. Presentar un currículum estándar.

Hay muchos compañeros que defienden que los traductores, en calidad de autónomos, ni siquiera deberíamos tener currículum. Y es algo completamente razonable: ¿acaso le pides el currículum al fontanero antes de contratarlo para que te haga una obra en casa? ¿O al notario cuando quieres contratar sus servicios? Pero la mayoría de los clientes siguen pidiendo un currículum y no vamos a ser nosotros quienes acabemos con esta costumbre; pero lo que sí podemos hacer es redactar un currículum adecuado para nuestra profesión. No os podéis ni imaginar la cantidad de traductores profesionales que redactan currículum poco eficientes. Voy a explicarlo de una forma sencillísima: si alguien quiere contratar nuestros servicios de traducción, le va a importar un pimiento que hayamos trabajado de socorristas, camareros, médicos o jueces del Tribunal Supremo, por mucho que luego sean nuestros ámbitos de especialidad. Lo que verdaderamente importa es que hayas hecho uso de tus conocimientos y experiencia para haber ejercido de traductor en ese ámbito. Ojo, no quiero decir que si tenéis amplia experiencia y conocimientos en un campo determinado tengáis que omitirlo, sino que hay que reflejarlo de forma distinta a los currículum estándar. En tu currículum de traductor, deben figurar tus lenguas de trabajo, tu formación académica, tus especialidades y tu experiencia exclusivamente como traductor, nombrando proyectos o clientes para los que hayas trabajado. Si tu experiencia laboral en otros campos te ha proporcionado amplios conocimientos en un ámbito de especialidad determinado (por ejemplo, el derecho, la ingeniería, la economía o la medicina), hazlo figurar de forma creativa en el currículum, pero recuerda: el cliente tiene que tener muy claro que eres un traductor que antes trabajó de otras cosas, no un profesional de otro ámbito que ahora se dedica a la traducción. En entradas posteriores hablaré de cómo redactar un currículum de traducción efectivo y original.

2. No redactar una carta de presentación.

O redactarla mal. Cuando he publicado anuncios para buscar traductores en otras combinaciones lingüísticas, me ha sorprendido la cantidad de malas solicitudes de empleo que pueden llegar. Desde algunos que ni siquiera escriben una carta de presentación (y te plantan un «Please find attached my CV», así, sin saludarte ni nada) hasta otros que envían «copia pegas» sin el más mínimo indicio de haber leído la oferta de trabajo, pasando por esos que tratan a quien le puede contratar como si fuera un amigote con el que se va de cañas. Una buena carta de presentación es fundamental para que el empresario se pueda decantar por ti en lugar de otro. En ella tienes que convencerle de que tú eres el mejor porque, simplemente, tus servicios de traducción superan a los de la competencia. Y eso no lo podrás conseguir si, primero, empiezas tu carta por un neutro «To whom it may concern» para responder a anuncios en los que claramente se muestra el nombre y los apellidos de la persona a cargo de la oferta, o si, por ejemplo, el trabajo es para una traducción literaria y en tu carta de presentación copipega no dejas de insistir en que eres un excelente traductor jurídico. Errores así muestran una total falta de interés por parte del traductor. Y ese es, posiblemente, el peor defecto que se puede tener en esta profesión.

3. Infravalorar la presencia en línea.

Está claro: si no figuras en internet, no existes. Intenta que tu presencia en línea sea la mayor posible y que esté relacionada con tu profesión. Es decir, que si introduces tu nombre y apellidos en Google, las primeras páginas que aparezcan sean tus perfiles profesionales o tu página web. Mantén siempre tus perfiles actualizados: cuando un cliente recibe tu solicitud de empleo, lo más probable es que lo primero que haga sea buscar tu nombre en Google.

4. No saber detectar los malos clientes.

Se ven a la legua, pero a veces estamos tan ilusionados por ese proyecto que nos acaba de llegar que no nos damos cuenta de que jamás nos van a pagar. Hay muchísimas agencias conocidas por llevar meses sin pagar a sus traductores hasta que, o bien la bancarrota o bien las acciones legales les obligan a cerrar, obviamente, sin abonar las deudas a sus traductores. Por no hablar de, directamente, delincuentes que no representan a ninguna agencia y que son maestros del timo a traductores inocentes. Siempre que os llegue un encargo a la bandeja de correo electrónico, comprobad el historial de la agencia en la Blue Board de Proz o similares. También prestad mucha atención a la dirección de correo electrónico: si dicen representar a una agencia pero su correo electrónico es de Gmail, Hotmail, Yahoo u otro proveedor de correo electrónico gratuito, probablemente os quieran timar (las agencias siempre tienen dominio de correo propio). En el caso de que se ponga en contacto con vosotros un particular o algún cliente que os resulte sospechoso, pedid siempre el pago por adelantado (total o parcial) antes de entregar la traducción.

5. Trabajar únicamente para agencias españolas.

Lo bueno de ser autónomos es que podemos trabajar para clientes de todo el mundo. Entre las ventajas de trabajar para clientes extranjeros se encuentran la menor masificación de traductores a español, tarifas más elevadas (ojo, no en todos los países, pero en muchos sí) y la exención de IVA. No os limitéis a enviar vuestra solicitud solo a agencias españolas: mis mejores clientes son extranjeros.

6. No andarse con cuidado con las pruebas de traducción.

Las pruebas de traducción son la mejor forma de poder demostrar lo que vales cuando tu currículum está vacío de experiencia laboral. Pero hay que tener mucho cuidado. Las pruebas de traducción nunca deberían tener más de 300 palabras: si son más largas, es posible que os estén intentando colar una traducción gratuita.

7. No informarse acerca de las condiciones de pago de los clientes.

No es poco habitual encontrarse con que, tras un encargo de urgencia, la agencia te comunica que te va a pagar 90 días después. O que solo va a pagarte con cheque. O que no utilizan Paypal y, para un trabajo de 20 euros, te mandan una transferencia bancaria que se queda en 5 euros tras haber descontado todas las comisiones por transferencia internacional. Siempre antes de aceptar un encargo pregunta por las condiciones de pago y de facturación.

8. No leer los contratos de confidencialidad.

La mayoría de las agencias te enviarán un contrato en el que se especifiquen las condiciones de trabajo freelance antes de realizar el primer proyecto para ellos. Pues bien, leedlo siempre. Hay auténticas perlas en algunos de esos contratos. Seguro que algunos compañeros más experimentados podrán compartir con nosotros sus experiencias en lo que a cláusulas increíbles se refiere. En caso de duda, no lo firméis.

9. No distribuirse bien el tiempo.

¿Eres de esos que estudiaba para los exámenes siempre el último día? Pues quizá esta no sea tu profesión ideal. Para ser traductor autónomo hay que saber organizarse el tiempo de forma excelente, porque te puedes encontrar con un problema muy gordo. Y, cuando estás empezando, perder un cliente porque no te ha dado la gana acabar una traducción a tiempo (o porque la has hecho deprisa y corriendo y el resultado es una mala traducción) es mucho más serio que suspender un examen en la universidad. Cuando eres traductor autónomo, desaparece de tu vida el «ya lo haré luego»: no es solo cuestión de cumplir escrupulosamente con la distribución del trabajo (poniéndose metas de palabras al día, etc.), sino también de ser rápido en enviar tu solicitud cuando sale una nueva oferta de trabajo, o en no tardar mucho en responder a ese correo electrónico de un cliente que te acaba de llegar. Si lo dejas para después, es muy probable que pierdas el trabajo.

10. Aceptar proyectos urgentes poco realistas.

Esto está íntimamente relacionado con lo anterior: por muy bien que te organices, ningún traductor es capaz de traducir 40 000 palabras en una semana sin volverse loco. Personalmente, a mí me cuesta ya traducir más de 3000 palabras en un día, y eso que mi ritmo en un ámbito general o que domine es de unas 600 palabras por hora (hasta 800 a primera hora de la mañana, cuando aún estoy fresca y si el texto es muy sencillo), pero soy incapaz de estar más de 5 o 6 horas seguidas manteniendo este ritmo sin empezar a hablar con mi perra, a buscar caras misteriosas en el gotelé de la pared o a tararear canciones de anuncios. Pues imagínate hacer esto mismo durante 7 días a la semana: nos daríamos al alcohol. Si tienes que aceptar trabajos urgentes, que sean realistas; tú te conoces y sabes cuántas palabras eres capaz de traducir por hora. Quizá te merezca la pena trabajar un día 10 horas para sacar ese trabajo urgente adelante, pero un día es un día: haz que el siguiente sea más relajado. Tu cuerpo no podrá aguantar ese estrés durante mucho tiempo, así que, si te pegas palizas de trabajo durante un día, que sea de forma muy esporádica. Si no, las consecuencias serán terribles. Por ejemplo, a mí me ha salido acné. Y una cana. ¿A que no quieres que te pase lo mismo?

En los próximos días, atentos a los siguientes diez errores más comunes entre traductores principiantes (y los que no lo son tanto).

domingo, 14 de julio de 2013

Cómo comenzar en el mundo de la traducción (2 de 2)

Esta es la segunda y última parte de mi pequeña introducción al universo de la traducción freelance para recién graduados que comenzó en la entrada anterior. Esta se centra en los aspectos más prácticos, como son las tarifas, el marketing y la experiencia profesional.

Tarifas


Siempre habrá algunos clientes (de los malos, de los que tienes que evitar ahora y siempre) que te dirán que, como estás empezando, tienes que bajar tus tarifas. O, lo que es peor, que tienes que aceptar sus tarifas ridículas. No te lo creas. Dicen exactamente lo mismo a todos los traductores, independientemente de sus años de experiencia. La diferencia es que los traductores principiantes, ante el miedo de perder una oportunidad, suelen aceptar esas tarifas. Pero haciéndolo no solo estás perjudicando al resto de tus compañeros de profesión (que entiendo que te puedan importar un carajo), sino, sobre todo, a ti mismo. Aceptando tarifas inferiores a las del mercado jamás conseguirás que ese cliente te ofrezca tarifas mejores (¿para qué pagar más si ya me lo estás ofreciendo a un precio más bajo?) y nunca te llegarán trabajos de calidad. Lo digo por propia experiencia, ya que una vez acepté de una agencia una tarifa de 0,045 € por palabra (ojo, que no es, ni mucho menos, una tarifa para tirarse de los pelos con lo que hay por ahí) y, desde entonces, tuvieron la desfachatez de ofrecerme solo trabajos de 0,035 €, y dando las gracias porque, según ellos, tenían traductores capaces de hacerlo por 0,01 €. Obviamente, no he vuelto a trabajar para ellos. Bajar las tarifas nunca lleva a nada bueno y no te convertirá en un traductor de éxito. Para que te hagas una idea, las tarifas para agencias en un par de lenguas común como es de inglés a español y en ámbitos no especializados suelen situarse entre los 0,05 € y los 0,08 €, sin incluir el IVA (para clientes directos se pueden subir los precios algunos céntimos más, así como en traducciones técnicas, jurídicas o médicas, que suelen superar los 0,10 € por palabra). Si una agencia te ofrece menos de eso, no es un buen cliente con el que trabajar, por mucho que te prometa que una tarifa baja es igual a grandes volúmenes de trabajo: es mentira. Ahora te toca a ti decidir qué tipo de traductor quieres ser: el profesional de calidad o el barato al que recurren cuando necesitan traducciones poco importantes.

Promoción


En la traducción, como en cualquier otra empresa o negocio, es esencial promocionarte para que los futuros clientes te encuentren y te conozcan. En esta era de internet, es mucho más fácil de lo que parece. Voy a repasar tres formas de promoción que me han ayudado a encontrar trabajo, ordenadas de menor a mayor coste: Linkedin, Proz y página web.

LinkedIn es una red social para profesionales esencial en el caso de los autónomos, ya que nos vale para relacionarnos no solo con compañeros de profesión, sino también con posibles clientes. El perfil básico es gratuito, pero lo cierto es que es una plataforma ya demasiado masificada y de la que no se hace siempre buen uso. No obstante, puede resultar útil en algunos aspectos, como el de poder pedir recomendaciones de clientes.

Soy consciente de que hay muchos compañeros de profesión que odian todo lo relacionado con ProZ, pero yo solo puedo tener buenas palabras para esta plataforma para encontrar trabajos de traducción. Sí, es cierto que hay muchas agencias que se aprovechan de ProZ para conseguir traductores a precios ridículos, y que muchos pseudotraductores destruyen el mercado con tarifas absurdas para conseguir proyectos, pero eso no es algo exclusivo de esta plataforma. Yo empecé con un perfil básico gratuito, pero un día decidí hacerme miembro de pago a raíz de una oferta de descuento en la inscripción y se me abrió un mundo de posibilidades. ¡Era la primera vez que los clientes se ponían en contacto conmigo, en vez de al revés! Existen muchas formas de hacer uso de ProZ y ninguna de ellas tiene por qué incluir reventar las tarifas del mercado. Con un buen perfil, un buen posicionamiento en las búsquedas y recomendaciones de agencias para las que se ha trabajado, se pueden conseguir muchos y muy buenos clientes. Los precios de afiliación anual se sitúan alrededor de los 100 euros, aunque varían según las distintas ofertas y promociones. Si sabes hacer uso de esta herramienta, serán los 100 euros mejor invertidos de tu vida.

Por último, puedes dar el paso más profesional de todos: la creación de una página web para ofrecer tus servicios. No solo facilita que te encuentren, sino que la sensación de profesionalidad y saber hacer que trasmitirás a tu futuros clientes es incomparable. Además, podrás crear una imagen de marca con beneficios incalculables para tu negocio. Es la opción más cara de todas, pero es una inversión segura.

Experiencia


Quizá lo más complicado es conseguir experiencia como autónomo con la que rellenar el currículum y tener algo para ofrecer a futuros clientes. Debo admitir que yo no hice prácticas en empresas mientras estudiaba en la universidad, porque ya hacía pequeños trabajos de traducción profesionales a tiempo parcial, pero es algo que recomiendo, siempre y cuando sean remuneradas ―por poquito que sea, para no tener la impresión de que se está pagando por trabajar― y que sean prácticas de traducción, claro está (a los futuros clientes les da igual que hayas sido gestor de proyectos durante un año si no has realizado ni una sola traducción durante todo ese tiempo). Tampoco soy nada partidaria de las «prácticas» una vez licenciados: son una forma que tienen las empresas de aprovecharse de trabajadores totalmente preparados y cualificados para conseguir mano de obra barata. La experiencia como autónomo se consigue con mucha paciencia, poco a poco: un día te llegará la oportunidad de tu vida, probablemente gracias a que alguna agencia no se fije tanto en tu currículum, mediante una prueba de traducción (tema que trataré en entradas posteriores). Mientras te llega esa oportunidad, puedes ir realizando traducciones voluntarias para ONG o causas benéficas que apoyes (no confundir con traducciones gratuitas o a tarifas minúsculas para empresas con ánimo de lucro). Puede que algunos de los responsables de esas ONG estén encantados de escribirte una carta de recomendación que puedas presentar ante clientes que te pidan referencias.

Destacar entre la multitud


Está claro que para poder vivir de la traducción hay que ser buen traductor: entregar traducciones impecables, a tiempo y sin faltas de ortografía ni errores tipográficos y mantener una buena comunicación con el cliente. Si puedes hacer todo esto, que no te quepa duda de que te lloverán clientes. El problema es el siguiente: ¿cómo conseguir que me den la oportunidad de demostrar lo que valgo? Diferénciate de los demás. Ofrece algo que los demás no ofrezcan. Diseña (sí, es la palabra adecuada) un buen currículum o folleto de servicios con un formato que se salga de lo estándar y que sea fácil de leer (nada de parrafadas); escribe una carta o un correo electrónico de presentación en el que expliques todo aquello que no has metido en el currículum y en el que te vendas de la mejor forma posible; hazte una página web original y profesional; cúrrate tus perfiles profesionales en redes sociales y crea una imagen de marca. En definitiva, demuestra a tus futuros clientes por qué deberían confiar en ti y no en otra persona. Si consigues llamar su atención, puede que te den esa oportunidad tan deseada. Y recuerda: esa oportunidad puede que sea la única; si la desperdicias, ese cliente ya no volverá. La primera traducción (o la prueba de traducción) de un cliente es la traducción más importante de tu vida. Si la haces bien ―o , mejor aún, sobresaliente―, tendrás encargos de ese mismo cliente para los restos. Demuéstrale que eres profesional, pregunta todas las dudas que tengas y entrega tu traducción lo antes posible, sin esperar al último momento. Si están satisfechos con tu trabajo, te llegarán muchos más proyectos. Y una vez que hayas conseguido tu primer cliente habitual, es cuestión de tiempo que lleguen los demás. En ese momento te habrás dado cuenta de que ya estás metido de lleno en el mundo de la traducción.

miércoles, 10 de julio de 2013

Cómo comenzar en el mundo de la traducción (1 de 2)

Todos los traductores hemos sido principiantes alguna vez, hemos acabado nuestros estudios universitarios y nos hemos topado con una inmensa incógnita ante nosotros: ¿ahora qué? ¿Cómo empiezo a trabajar de traductor autónomo? ¿Cómo gano experiencia si nadie me contrata? ¿Cómo puedo publicitar mis servicios? Esta primera entrada de mi blog es una pequeña guía, basada en mi experiencia personal, para que los recién graduados dispongan de las herramientas y los conocimientos básicos para enfrentarse a su nueva vida como traductores autónomos.

Inversión inicial


Los traductores tenemos la suerte de ejercer una de las profesiones que menos medios necesita para comenzar una carrera por cuenta propia, ya que prácticamente disponemos de todos los materiales iniciales desde que empezamos a estudiar: equipo informático con conexión a internet y diccionarios varios. Esto es una ventaja inmensa que hace que no tengamos nada que perder, pues no requerimos de una fuerte inversión inicial. Prácticamente, lo único que necesitamos es un ordenador, eso sí, con una buena (y fiable) conexión a internet. Entre el software básico no debe faltar Microsoft Office, pues trabajaréis a diario con Word, Excel y, en numerosas ocasiones, también con Power Point. Los usuarios de software libre puede que os encontréis con problemas de compatibilidad con otras herramientas, por lo que siempre es aconsejable que invirtáis en Microsoft Office, ya que es el software requerido por la inmensa mayoría de los clientes. En cuanto a recursos lingüísticos, nada que no conozcáis ya: diccionarios monolingües y bilingües de todas las lenguas de trabajo, diccionario de uso de la lengua española y la última Ortografía de la RAE. En cuanto a recursos en línea, no subestiméis el poder de la Fundéu: os sacará de un apuro en más de una ocasión.

Herramientas de traducción asistida por ordenador (TAO o CAT)


Son carísimas y solo sirven para que los clientes nos pidan descuentos por repeticiones, pensaréis. Pues tenéis razón, pero solo en parte. Primero, quiero dejar claro que no es imprescindible disponer de un programa de TAO para ejercer de traductor, ni mucho menos. Hay infinidad de clientes que no exigen su uso, en especial si os vais a dedicar a ramas de la traducción más creativas, como pueden ser la literaria o la audiovisual. Pero contar con alguna herramienta de TAO os dará ventaja competitiva. En mi caso, algunos de mis mejores clientes me han exigido el uso de Trados Studio ―en algunos casos, por la cantidad de repeticiones y, en otros, porque el documento se encontraba en algún formato poco habitual para trabajar, como es el caso de archivos de InDesign― y no me han descontado ni un solo céntimo de euro por repeticiones. Si no hubiera contado con Trados Studio, jamás habría realizado esos trabajos y esos clientes nunca se habrían convertido en clientes habituales. Además, aunque los clientes no lo pidan, las herramientas de TAO son muy útiles para ahorrarse trabajo en disciplinas tales como la traducción jurídica o cuando llegan varios documentos similares de un mismo cliente, pues la cantidad de repeticiones es notable. En este último caso, existen opciones gratuitas para poder trabajar con memorias de traducción sin la necesidad de invertir cientos de euros en una licencia; la más conocida es Wordfast Anywhere. Se trata de un gestor de memorias de traducción bastante básico pero muy útil, pues también permite traducir páginas web. Además, ni siquiera hay que descargarlo en el ordenador: se trabaja directamente desde la web.

Para terminar, un consejo personal: las herramientas de TAO son programas muy caros que solo se amortizan cuando el volumen de trabajo es muy elevado. La mayoría de los traductores tardan unos dos años en tener una cartera de clientes que les proporcione trabajo a tiempo completo, por lo que, quizá, hacerse con un Trados o un Wordfast nada más empezar a traducir no sea la mejor de las ideas.

Buscar y encontrar clientes


Cuando le digo a la gente que soy traductora autónoma, la mayoría me preguntan: ¿y de dónde sacas los clientes? Pues bien, primero hay que distinguir entre dos tipos de clientes: los clientes directos y los intermediarios, es decir, las agencias de traducción. Como esta guía pretende ser realista, daremos por hecho que, al comenzar en el mundo de la traducción, la inmensa mayoría de tus clientes van a ser bien colegas que te remitan encargos o bien agencias de traducción. Sí, es cierto que las agencias pagan mucho menos que los clientes directos, pero se puede vivir muy bien de la traducción trabajando solo para agencias «de las buenas» y, pasado un tiempo, ya tendréis suficiente experiencia como para buscar clientes directos. La mayoría de las agencias cuentan con un apartado en su página web llamado «Trabaja con nosotros» o, en inglés, «Careers», mediante el que los traductores interesados en convertirse en colaboradores pueden enviar su currículum, ya sea a través de un formulario o directamente por correo electrónico. Si a la agencia le interesa el perfil del traductor, le incluirá en su base de datos y se pondrá en contacto con él para proyectos futuros. No enviéis el currículum exclusivamente a agencias españolas, que estarán ya saturadas de traductores de inglés a español. Las que más trabajo os facilitarán, debido a una menor oferta de traductores de español, serán las extranjeras, en especial las situadas en países de vuestras lenguas de trabajo (Estados Unidos, Reino Unido y Canadá en caso del inglés; Francia, Bélgica y Canadá para francés; Alemania y Austria si trabajáis con alemán; etc.); además, en muchos casos os pagarán mejores tarifas. En los directorios de agencias de traducción, como los de Proz o Translators Café, entre otros, podréis encontrar cientos de agencias con las que poneros en contacto. En entradas posteriores publicaré algunos consejos acerca de cómo contactar por primera vez con un cliente y cómo redactar un currículum efectivo. Ya os aviso: los envíos de correos electrónicos masivos nunca funcionan.

En los próximos días publicaré la segunda y última entrega de esta pequeña guía, en la que hablaré de cómo promocionarse, qué tarifas fijar, cómo conseguir experiencia y cómo diferenciarse del resto de traductores.